Ayer le vi a las puertas del supermercado a donde voy casi a diario a por lo imprescindible para pasar el día. Me chocó su estampa curiosa y limpia. Vestía un abrigo color camel bastante nuevo y calzaba zapatos negros limpios y brillantes. Se encontraba sentado sobre una enorme maleta de un color chillón. Cabizbajo, alargaba la mano en petición de ayuda.
Esta mañana he vuelto a verle. Tiraba de su pesada maleta y se le veía más cansado que el día anterior.
Parece un nuevo mendigo, un nuevo candidato a llenar las esquinas y las entradas de los mercados; una nueva sombra que necesita abrigo, comida y compañía. Uno más en las entradas de las iglesias.
1 comentarios:
Cuánta razón llevas en lo que dices. Ojalá no solo acabe la crisis, sino que además saquemos a muchos de la pobreza.
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